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jueves, enero 04, 2007

SE INAUGURA UNIVERSIDAD INTERNACIONAL VERSIÓN 2006 - 2007

Este miércoles 3 de enero se dará inicio a la fase presencial de la Tercera Versión en Chile de este Diplomado en Comunicaciones.

La inauguración tendrá lugar a las 10.30 horas en el Auditorio Central de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, ubicado en Condell 343, Providencia.

El Diplomado “Entrar al Territorio, Entrar al Problema, Entrar a la Posibilidad del Diseño del Futuro”. Concepción y Producción de Spots Audiovisuales sobre las Energías Renovables y Eficiencia Energética, se realiza en el marco de la Universidad Internacional.


Tanto esta versión como las anteriores, buscan la construcción de mensajes audiovisuales que permitan relevar los temas de las energías renovables y la eficiencia energética. En un marco en donde la sustentabilidad se concretiza en la promoción de acciones y no en nuevas definiciones conceptuales, en donde la idea creativa nace desde el método colectivo y no únicamente desde la idea sorpresiva y brillante; presisamente de ese contexto la Universidad Internacional y su diplomado se convierten en una atractiva herramienta contemporánea para quienes deseen generar cambios que permitan avanzar hacia un modelo de sociedad más equlibrado y armónico.


Este estudio cuenta con el patrocinio del Programa País de Eficiencia Energética, dependiente del Ministerio de Economía de Chile.

Los organizadores de esta iniciativa son El Kolleg para la Gestión y Formación del Desarrollo Sustentable; el Instituto Grimme, la Universidad Wuppertal y la Universidad Humboldt , todas ellas instituciones de Alemanas; junto al Centro de Estudios para el Desarrollo Sustentable de la Universidad Bolivariana, la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, la Corporación El Canelo de Nos, la Escuela de Cine de Chile, instituciones chilenas con gran trayectoria y pertinencia en los temas de la Universidad Internacional.


La fase presencial durará desde el 3 al 27 de enero. Al finalizar este período se realizará un evento de cierre y persentación de todos los productos elaborados en esta 3era Versión.

Para más información ver www.uinternacional.cl


SEMINARIO DE CINE DOCUMENTAL Dictado por PATRICIO GUZMAN

Con gran exito se dictó el seminario de Cine Documental que ofrecio el destacado realizador Patrcio Guzmán en la Escuela de Cine de Chile durante el mes de diciembre.









viernes, julio 07, 2006

RAFAEL SANCHEZ
FUNDADOR DEL CINE DOCUMENTAL CHILENO Y LATINOAMERICANO

por Patricio Guzmán

Conocí a Rafael Sánchez en 1963 en la puerta de su oficina, en el Instituto Fílmico de la Universidad Católica, en Santiago, en la avenida Alameda… Le pregunté si podía hacerme algunas copias de mis películas (en 8 milímetros) que yo filmaba por mi cuenta en aquella época. Él me respondió que no era posible pero me dijo que le gustaría ver esas películas… Le gustaron un poco (en realidad no mucho) pero me ofreció en el acto un trabajo en su Instituto.

Permanecí tres años a su lado.

Trabajé como ayudante de realizador. Nos unía un gran entusiasmo por el cine documental, por su técnica, su producción y sobre por todo por su enseñanza. Rafael Sánchez era un gran profesor de cine y de estética. Nunca después he encontrado otra persona capaz de transferir la experiencia de la creación como él la concebía. Era un profesor con mucha autoridad, exigente y carismático, que dominaba todo el proceso cinematográfico desde la composición fotográfica hasta las técnicas de laboratorio.

En aquellos años el público chileno tampoco conocía nuestro trabajo. Para salir del anonimato le propuse crear una “sala especial para el documental” que él apoyó con mucho entusiasmo. Así nació el “CINE ARTE UC” en el teatro ICTUS de Santiago. En una pantalla desmontable empezamos a exhibir nuestras películas documentales los días lunes, cuando la compañía de teatro descansaba y la sala estaba libre. Fue un pequeño éxito de crítica y de público. El “CINE ARTE UC” funcionó un par de años. En su pantalla se mostraron los documentales del propio Rafael Sánchez, de Pedro Chaskel, de Héctor Ríos, de Armando Parot, míos y de otros.

En 1966 yo abandoné Chile por mucho tiempo. La vida nos separó para siempre pues nunca volvimos a coincidir en otra actividad prolongada. Pero en realidad nunca le olvidé. Sus clases de cine me siguieron a todas partes. Conocí a maestros universales del género pero pocos eran capaces de unir la técnica con la estética como Rafael lo hacía, con ese espíritu de “fusión” con que trabajamos los documentalistas.

En su famoso libro “MONTAJE CINEMATOGRAFICO, ARTE DE MOVIMIENTO” todo aparece entremezclado: la composición fotográfica, las posiciones de cámara, la forma musical, el texto narrativo y la artesanía del montaje … Este libro es la mejor herencia que nos deja. Un texto que nos evoca su voz y su personalidad, un manual que escribió poco a poco durante muchos años a medida que él iba descubriendo los secretos del cine. Le recuerdo con nitidez escribiéndolo en su oficina del primer piso del Instituto Fílmico.

Rafael poseía la vehemencia de los cineastas solitarios (de los “amateurs valientes”, como le gustaba decir). Dedica su libro a los “directores independientes que hacen sus propios filmes, los piensan, los ponen en escena, los sonorizan y los editan ellos mismos”. Una idea profética en ese tiempo (1970), cuando aún no había cámaras de video.

También trabajó como compositor y fue un director y montador de renombre. Empezó a filmar documentales en los años 50. Una de sus primeras obras, “Las Callampas” (1957) muestra la miseria de algunas zonas de Santiago y en las márgenes del Zanjón de la Aguada. Es un filme impresionante, lúcido, que anticipa el “cine social” de América Latina que vendrá años después. Es una obra única por su calidad técnica y la profundidad de su mirada.

Como director también realizó “El Cuerpo y la Sangre” (ficción, 1962) “Faro Evangelistas” (1965), “El Lago Laja y sus Centrales Hidroeléctricas” (1965) ,“Chile Paralelo 56” (1966) y “Mi Valle del Elqui” (en 1972), este último sobre un poema de Gabriela Mistral.

Rafael trabajó como profesor de cine durante 45 años seguidos. Fue fundador y director del Instituto Fílmico de la Universidad Católica y Miembro Académico del Instituto de Estética de la misma universidad. Perteneció desde 1971 a la SOCIETY OF MOTION PICTURE AND TELEVISION ENGINEERS con sede en Nueva York.

¿Cómo seguir recordándole? … ¿Colocando su nombre en alguna sala de la Cinemateca de Santiago?… Sin duda sería un pequeño gesto en honor de este gran hombre… De todos modos estará siempre en nuestra memoria.

Nos has dado tanto que nunca te olvidaremos.

¡Adiós gran maestro!

París, 5 de julio de 2006.

miércoles, mayo 10, 2006

EL HEROE EN EL UMBRAL. CAPITULO IV.
POR MIGUEL ANGEL VIDAURRE.







IV EL TRANSHUMANTE.
“¿ Tampoco aquí podrán encontrar la paz estos viajeros y tendrán que partir de nuevo hacia la rompiente de las olas que es tan incesante como el fuego del infierno ?”. ( Walter Benjamin ).


Viaje que posee dos tensiones. El transito de los héroes en “The Searchers”, se desplaza tanto por la vía del viaje iniciatico de cuño clásico, como en el caso del joven Martin Pawley, como por la descripción de una nueva orientación, de tintes más sombríos y pesimistas, a los que estaba acostumbrado el western tradicional, en la figura del obseso Ethan Edwards.

La dualidad tensional del viaje le otorga al filme, el grado de ambigüedad necesario para quebrantar las fuertes convenciones del género, sin desligarse a su vez por completo de ellas. Desplaza al límite los hitos narrativos del viaje tradicional, convocando elementos estilísticos que le permiten alterar el aspecto representacional del viaje - véase la presencia de las cartas, el transcurso cíclico del tiempo, la presencia fantasmal de Scar, las peripecias picarescas con el inusual matrimonio de Martin...- otorgándole un peculiar hálito surreal, como si se tratase de una violentada poética de las hadas.

Lo que más llama la atención del viaje de Ethan y su caravana enfermiza, es el carácter de moderna ruptura que conlleva. Sin un destino concreto, cuando incluso la finalidad del viaje se sostiene en la incertidumbre de su propósito real : el viaje para Martin, es una iniciación y un rescate, en tanto para Ethan, significa una caída y un intento de redención. Más que viajar - entendiendo el viaje, como un movimiento que se sostiene en la doble fuerza de su origen y su meta - , estos hombres erran, deambulan por un espacio y un tiempo comprimidos en una dimensión ficcional anclada en un soporte histórico real : el oeste norteamericano.

Es posible que sea Fitzgerald quien mejor describe la situación del moderno viajero : “Comprendí que los que habían sobrevivido eran los que habían realizado una verdadera ruptura. Ruptura significa mucho, pero no tiene nada que ver con una ruptura de cadenas, pues si así fuera una estaría destinado a encontrar otras, o a volver a las antiguas. La celebre evasión es una excursión a una trampa, incluso si la trampa incluye los Mares del Sur, que sólo están hechos para los que quieren navegarlos o pintarlos. Una verdadera ruptura es algo sobre lo que no se puede volver, algo que es irremisible porque hace que el pasado deje de existir”. (F. Scott Fitzgerald. The Crack Up). Fitzgerald convoca la forma de un quiebre continuo, de una larga fuga quebrada; devenir en fuga que en ningún momento implica una renuncia a la acción, o una huida alienante de lo real ( para Deleuze, los franceses no saben muy bien lo que es la desterritorialización, el viaje como fuga : confunden siempre la huida o con una huida del mundo, o con una especie de cobardía, como una forma de eludir las responsabilidades), sino todo lo contrario, pues la fuga, en tanto movimiento errático, no renuncia a la acción- nada es más activo que una constante huida - más bien la replantea como ruptura a través del tiempo y el espacio : fuga de toda una vida, un día, la duración de un viaje, atravesar el Pacífico, recorrer los Estados Unidos o fugarse al interior : fuga que también es mental, como el vegetalismo, la locura, el silencio o la amnesia.

El deambular de Etahn se inicia mucho antes que la fábula del filme. En aquel instante ontofanico, cuando el héroe moderno se percata que la fractura de su tiempo implica irremediablemente su replica en la cordura del individuo, y es entonces, cuando aquel que se consideraba a si mismo una identidad sólida e inquebrantable, revienta como un plato viejo. Los acostumbrados golpes de la vida cotidiana servían para curtir el carácter, eran imprescindibles en la formación de la personalidad autárquica del héroe en el oeste ficcional clásico. Sin embargo, el gran golpe, el derrumbe metafísico que lo lleva a los extremos de su cordura, no permite la permanencia de lo sólido, y todo lo anteriormente percibido como seguro e inamovible, se presenta fragmentario y efímero. El “Crack-Up”(17) había penetrado en el sólido espacio mítico del western, y el camino de regreso se encuentra bloqueado : ya no hay retorno a la inocencia.

La ruptura de la empresa romántica del western americano se visualiza en diversas facetas de la personalidad límite de Ethan : en primer lugar, la presencia del genocidio indígena y en segundo lugar, con la ruptura que implico la guerra civil. En ambos casos, Ethan participo del bando de la derrota y el sinsentido: viste el uniforme del bando perdedor, su rifle esta adornado con motivos indios. Su carácter monolítico de héroe épico esta fisurado, su personalidad ha absorbido los rasgos característicos de sus adversarios hasta fundirlos en una instable individualidad. Viajero en el fracaso, a aprendido a sobrevivir a costa de comprender la mentalidad de sus antagonistas.

Tanto Ethan como Scar, conviven al interior de la dinámica moderna del viaje: son nómadas. Tal como lo entenderá Monte Hellman a mediado de los sesenta, el western post Ford y Mann, esta obligado a ser un devenir con resonancias metafísicas. El viaje tradicional se torna road movies : movimiento sin origen y sin meta, relato de efectos sobre efectos. Sin perder su capacidad de presentar lo físico, e incluso con exacerbaciones realistas, el western norteamericano tiende hacia la abstracción.

Si Ethan ha perdido el amor en un primer viaje del cual ignoramos los detalles, pero que Ford rememora con exquisita y pudorosa elegancia en una de las escenas iniciales,(18)vuelve a perderlo, cuando Scar ataca el rancho de su hermano. Ethan, figura anclada en la tensión de los umbrales, contempla la nueva perdida de su amor con enmudecida cólera : con la esperanza perdida, el héroe quebrantado se vuelve furioso. El duelo, como estructura de violencia clásica, se ve difuminado por el gesto irrepetible del manierista. Ethan le debe a Orlando, lo que este le adeuda a la cólera de Aquiles : el desquiciamiento antisocial del héroe.

Intinerario de fluctuaciones míticas que reitera constantemente el carácter aparentemente circular del viaje, construyendo espacios rítmicos de orden natural : el paso de las estaciones, ciclo que encierra en pocos minutos el discurrir del verano, las penumbras del otoño y el albo resplandor de las nieves invernales, para luego recibir
a la incipiente primavera con sus deshielos; como también sustentados en las afirmaciones proféticas de Ethan : “We’ll find’em, just sure as the turning of the earth” ( “Los encontraremos, tan seguro como que la tierra da vueltas”). El carácter complejo del viaje queda aun más remarcado por la presencia reiterativa de la imagen del umbral : la secuencia inicial, con la entrada fantasmal de Ethan al espacio acogedor del hogar que lo consideraba perdido. Secuencia que se vincula con el epilogo del filme, en el cual se contempla a la figura de Ethan enmarcada por los límites del umbral, titubeante se instala en el límite, en la invisible dimensión de lo mediano, luego retrocede con dirección al desierto sin haber penetrado en el espacio de la civilización. Tras él se cerrara la puerta y se clausurara el umbral. Otra figura umbral es la presente en los contornos de las cavernas que sirven de albergue a los viajeros. Una mirada interna y profunda conduce nuestra percepción desde el interior de la caverna hacia su límite con el desierto, lugar en el que contemplamos la lucha desesperada entre un enloquecido Ethan y una indefensa Debbie.

Acentuando el carácter interno del viaje, Ford convoca en sus personajes actitudes no realistas, situándolas bajo una visualización alejada de un orden de escritura clásica. Esas actitudes - gestos elocuentes, se les llamaba al interior de la obra de Griffth - convocan a la red de intensidades que cruzan la ‘personalidad del héroe, otorgándole ese carácter oscuro y quebrantado que lo elevan a la dudosa dignidad de lo moderno.

La secuencia final de “The Searchers”, sintetiza en forma maestra la complejidad del viaje moderno, con uno de los gestos elocuentes más hermosos y expresivamente ascéticos que Ford haya realizado.. Una vez que Ethan ha cogido a Lucy, en el frontera luminica del umbral de la caverna, y le dice : “Let’s go home Debbie” (Vamos a casa, Debbie) (19), parece haber concluido el intinerario : el motivo del rescate se ha cerrado, a la vez que la pulsión de venganza parece haberse saciado en el instante que Ethan arranca la cabellera del carneo de Scar, y se reconcilia con el cuerpo de Debbie, al alzarla y contemplar en ella a la estirpe de su amor improductivo. Lo único que resta de Martha es Debbie, y aunque ella ahora constituye un reflejo puro de la condición interracial de la comunidad norteamericana - un recordatorio de los genocidios instalados en los fundamentos de una nación -, para Ethan ha recuperado su sentido como individuo, perdiendo aquel significado abstracto que la convertía en un recipiente de sus propios odios y profundos temores.

Ethan acompaña a la pareja de jóvenes de regreso al hogar, permite que ellos ingresen en la casa de los Jorgenson, mientras él los contempla desde el umbral abierto. El héroe, replegado en si mismo, concentra las tensiones del umbral, se vacía en su plenitud. Sitúa su existencia en el límite, en los fragmentos últimos de la razón gregaria. Puesto a escoger entre un futuro inserto en la comunidad, con su ideario puritano del progreso, o en el regreso al movimiento errático e individualista, Ethan opta por reactivar el movimiento. La puerta se cierra y el espectador queda atrapado en la armonía sentimental de la familia, en tanto, el héroe ahora vaciado de su odio, emprende su indefinida marcha a espalda de la civilización que sus propias acciones edificaron. El héroe moderno purga las culpas y el malestar de la cultura.



Vano es el arrepentimiento, la inmovilidad del héroe es su nueva mirada, su respuesta, su gesto y su motivo, atrás quedan los ideales, yace muerto el fulgor ingenuo del progreso, la motivación de la gran carrera en “Cimarrón”, o del viaje repleto de esperanzas en “La gran jornada”. Ethan, como nómada, figura anclada e inmóvil en la estepa, eterno recorredor de las mismas sendas, no va en busca de nada. Simplemente ha cesado de buscar, descansa en el límite del umbral, humanizándose en medida creciente que se mitifica, mientras más ambigüedad contienen sus gestos más se acerca al mito y se distancia de la cotidianeidad, de aquel espacio edificado en lo seguro, en el bosque, con la estructura de los árboles : sus raíces, troncos, ramas y frutos. Héroe de la intensidad, Ethan Edwards se sitúa en las antípodas del bosque, del pensamiento privilegiado y de la razón cartesiana. Ethan viaja sin retorno en un viaje sin objetivos, cual reflejo opuesto y romántico de su predecesor fordiano “Ringo Kid”, no busca la purificación social, ni siquiera la constante inversión valoriza que los personajes de “Stagecoach” realizan a lo largo de su viaje clásicamente iniciatico, lo que conserva de Ringo es su elemento de tectónica descarga de energía en su gesto de venganza, pero si en Ringo la venganza era una motivación central y conocida de sus acciones, en Ethan solo parece ser la máscara de una obsesión, la estación pasajera de su movimiento indefinido. Nada es claro en su comportamiento, sin embargo se reconoce en su furia los sentimientos del obseso. ¿ Cual es el objeto de su obsesión?. Aparentemente los comanches, más allá de ellos, posiblemente él mismo, su oscuridad, su semejanza con el jefe comanche Scar, un racismo que limita con una pasión, una profecía en forma de juramento que se obstina en cumplir... ambigüedad del héroe, noción que radicaliza la generalidad del repertorio estereotipado del protagonista del género.

Movimiento desde la aparente normalidad hacia la transgresión, el viaje de ruptura parece no mostrarse, haciéndose invisible en su mayor parte, a la manera de elipsis visuales como espirituales, los héroe del western y en especial los héroes fordianos poseen la característica del silenciamiento de sus problemas más profundos. Desconfiados por naturaleza del valor de las palabras, le otorgan al gesto y sobre todo a la acción, el predominio por sobre la enunciación de lo finalmente impronunciable. Simplemente anti franceses, no confían ni respetan la palabra, y sólo les basta algún par de cortas frases, o algunos susurros, para dar a conocer sus puntos de vista sobre lo general, el resto, aquello enmudecido por su complejidad se resguarda del resto ya sea mediante la ironía, la fuerza o la distancia indiferente : silencio, acción o inmovilidad.
El viaje de Ethan en tanto errar comporta implícitamente una vocación de quiebre. No se busca la transgresión como en la mayoría de la neurosis contemporánea, la transgresión te da alcance. La ruptura es una situación, un nivel alcanzado, no el fruto obtenido por un proceso metódico. Movimiento de fuga, devenir en tensión, en lo otro, aquel espacio invisible que conforma la zona del umbral. Fitzgerald intuyo en forma clara la sensibilidad del viaje moderno en su texto Crack Up : “ Una verdadera ruptura es algo sobre lo que no se puede volver, algo que es irremisible porque hace que el pasado deje de existir”. La verdadera ruptura va por la vía de los viajes de Conrad, o de los movimientos incesantes y alcohólicos de los personajes de John Cassavetes. Movimiento, pero movimiento sin finalidad, movimiento- venganza, movimiento-encuentro, movimiento-caceria, movimiento-asesinato, movimiento-huída.


El oscuro flujo fordiano del héroe fordiano se desliza desde la soterrada tragedia de “The Searchers”, al intinerario desacralizador “Two Rode Together” (Dos Cabalgan Juntos. 1961). Movimiento que otorga una dirección reactualizada al mismo gesto inicial : la dinámica de rescate con ribetes de colérica venganza, llevada a cabo por Ethan Edwards, trasunta a una empresa similar, pero de carácter abiertamente empresarial, encabezada por el marshal Guthrie McCabe ( James Stewart). La figura trágica del obseso acoge, a modo de estrategia de sobrevivencia, los astutos valores del mercenario. Reacciona como cicatero para mantener la concreción de su individualidad. Aun a costa de arriesgar su inocencia - aquella “torpeza héroica” a la cual hace referencia Steinbeck (20) - el héroe del western simula las estrategias del villano, permitiéndose una mínima abertura de escape en dirección a las esferas nomadicas del jinete, o a la furia no pragmática del vengador; en ambos casos, se rebasan las limitancias de la cotidianeidad para ingresar en el ámbito de lo figural.

Itinerancia comunitaria y alienada, desarraigo de un grupo que deviene en una caravana sin metas. En “Two Rode Together”, el grupo humano en movimiento, gráfica su perdida de fundamentos, carencia que se hará aun más patente en “Cheyenne Autumn” (El Gran Combate, 1964) con la total perdida de un destino concreto al cual dirigirse.
Una masa que se desplaza lentamente, ya sea por la hostilidad del medio geográfico, o por la presencia amenazante de sus enemigos, precisa para su permanente coerción en el tiempo, de la latente existencia de una meta hacia la cual dirigir su energía. Diluyéndose la meta, el grupo se disuelve en la abulia. El movimiento cesa, y la unidad se dispersa abatida por el desengaño.

A diferencia de otros filmes con un intinerario colectivo como dinámica protagonica, los ideales que sostienen a la caravana en “Two rode together” se han pervertido. Sus metas carecen de la ingenuidad utópica de los mormones en “Wagon Master” ( 1950), ahora se trata de una comunidad escindida por el autoengaño y el racismo : no por nada, al final del filme un grupo de hombres linchan a un joven blanco que había sido raptado por los apaches; incapaces de reintegrarlo, y de asumir las diferencias, optan por eliminar al extraño. A diferencia de Ethan Edwards, los colonos no logran la intuición del reconocimiento. Al excluir mediante el crimen, la comunidad enceguecida se condena al destierro. En forma paralela a la caravana, se presenta otra comunidad que ha perdido su aura de antaño : el ejercito. Sociedad compacta que acogía a los marginales al interior de un marco ético. El ejercito, en la trilogía fordiana sobre la caballería. conformaba una instancia familiar, un reducto valorizo y afectivo; sin embargo, en el espacio de “Two rode together”, los militares se muestran como un grupo de intrigantes racistas. En comparación a ambos grupos, el timador individualista, Guthrie McCabe se muestra como una posibilidad de redención, o al menos como una figura de escape, ante el decadente proceso de desintegración que sufre el sueño gregario de la civilización.

Frente a la figura del nómade asediado por sus obsesiones, aparece una nueva faceta del héroe límite : el embaucador. Epígono del pícaro, el embaucador percibe al mundo gregario como un todo completamente desajustado, ante el cual prefiere establecer su personal distancia moral, encarnada en su comportamiento y no truqueada por un discurso de infidelidades. A la hipocresía organizada del grupo social, el personaje fordiano confronta su desenvuelta condición de mercenario. La sinceridad es la mayor agresión a la comunidad que lo desprecia y que él no se esfuerza por agradar :
• Jim Gary :“¿ Cuánto ? ¿ Cuánto considera usted, comisario McCabe, que vale una vida humana ?.
• McCabe :“ Eso varía como el mercado : no más no menos”.

Cuando el personaje de Stewart relata al de Richard Widmark (Jim Gary), sus incontables peripecias de timador profesional, Ford los enmarca con un plano secuencia, largo y ensimismado. El laconismo de la toma, su falte de apresuramiento, la empapa de una paradójica humanidad : humanidad de sus crímenes, sinceridad en su afán timador. Mirada cálida e indulgente de un director que reconoce la distancia entre la moral y la vida.

“...Es una especie de larga confesión que hace Stewart de su vida en los últimos años ( los abusos fiscales a los que están sometidos los habitantes del pueblo en que es sheriff, las propuestas matrimoniales de una astuta propietaria de salón...); Widmark actúa como confidente e inquisidor y obliga al otro a aquellas expresiones de desconfianza y estupor que le son habituales. La novedad está en que la escena no es filmada con una alternancia de primeros planos y planos medios según la evolución del diálogo sino en único encuadre frontal tipo cinema verité, al mismo tiempo descriptivo y narrativo, que expone a la vista el cuerpo de los actores más de lo necesario ( si bien de cuando en cuando Widmark moja el pañuelo en el río, enciende el cigarrillo...). Incluso su virtuosismo es un tanto ostentoso, visto que logran resistir una toma de casi cuatro minutos. Así el actor ( carne y oficio ) asoma detrás del personaje”. ( Oresto de Fornari, “John Ford o la modernidad de los clásicos”. Dirigido por..., núm. 63.)

El héroe embaucador se situa en el umbral complejo que separa, sin mucha convicción, a la comedia de la tragedia. Posiblemente, esta última no sea otra cosa , al menos en sus máximas expresiones, que una gran bufonada mal comprendida. Un equivoco risible que culmina en llanto o balbuceo, aunque al menos en Ford, lo hace, con agradecido pudor, en silencio. Los personajes fordianos se desplazan por lo general, en este esquivo interregno tan evitado por los autores mediocres, hilvanando la condición trágica con el vitalismo desafiante del humor : solo de esta manera, el héroe moderno logra conservar un simulacro de cordura.

En torno al movimiento incesante, a la conversión del viaje clásico en road movies - en tanto desplazamiento sin sustentación en una meta probable - ; el western se tensa estilisticamente hacia lo que siempre pudo ser : una crónica cinemática del movimiento. Dejan de interesar las justificaciones de la partida o las conclusiones del regreso, solo importa el viaje en cuanto itinerancia de una figura por un espacio que lo conmina a ser moral, lo presiona a reaccionar más que a pensar : el viajero piensa con todo su cuerpo, el lugar que ocupa en el espacio es aquel que se ha ganado enfrentando a un tiempo del todo adverso.
El héroe se condena a establecer distancia. Es el gran trecho lo que ansia, en tanto distancia del viaje o trecho infranqueable de la muerte, en ambos casos la figura del western moderno consigue su cometido : cimentar el gran espacio del olvido entre la comunidad y su persona. Convocar al mito en lugar de la historia.

No es extraño que un director como Monte Hellman, después de realizar westerns como : “ The Shooting” ( El tiroteo. 1967) y “ Ride in the whirlwind” ( A través del huracán. 1967) (21), depusiera las armas para situarse en la época contemporánea con dos filmes anclados en la obsesión de la fuga : “ Two-Lane Blacktop”. (1971), y Cockfighter ( 1974). En ambos filmes, Hellman tensiona hasta la abstracción la condición de road movies, prosiguiendo, en cierta medida, el proceso mínimal que Botticher había llevado a cabo en su serie de westerns, protagonizados por Randolph Scott a fines de los cincuenta.

Los fundamentos del héroe y de la comunidad se sitúan en el gesto de la crisis. Nada ata al hombre a un determinado sitio sino el interés por obtener ganancias, o el completo desinterés por la comunicación. En tanto, la comunidad permanece anclada en su inmovilidad hipócrita, su inercia valorica o su pura desesperación.

Es justamente en “Two rode together” donde Ford nos presenta diversas instancias de comunidades escindidas : una de ellas, es la representada por el poblado del cual es sheriff Guthrie McCabe. Lugar superficialmente bien establecido, pero que sin embargo funda su cotidianeidad en los sobornos a sus autoridades. Otra instancia es encarnada por el fuerte, grupo militar recluido en un espacio fortificado que posee, a excepción del teniente Jim Gary y del gordo sargento Darius P. Posey ( Andy Devine ), una fantasmal presencia, reforzada por pugnas de corrupción política y de un latente racismo.

Las otras dos instancias Comunitarias, son las verdaderas fuerzas en pugna y en proceso de irreversible desintegración : el campamento itinerante que conforman las familias de los plagiados, y el propio reducto apache, escindido por una pugna de poder y tradición, a la vez que azuzado por la desconfianza al tratado de paz del gobierno. Ambas comunidades son productos de la guerra, los genocidios sustentados en las nociones progresistas de los colonizadores y en las políticas erróneas e interesadas de los gobernantes. Grupos humanos destrozados por la alienación y el odio xenófobo, clausurados en sus posibilidades de felicidad por el estigma del odio que los corroe hasta la histeria y el fanatismo : ya percibía Melville al odio como una depravación de la naturaleza. Fuerza reactiva que culmina por consumir a su portador, reduciéndolo a la simbiosis absoluta con el objeto odiado. Si Ethan conserva un reducto de esperanza en la medida que no se destruye completamente al intentar acabar con el objeto de su odio, siendo capaz de reencontrar a tiempo en el cuerpo de la adolescente apache a su sobrina Debbie. En “Two rode together”, el reencuentro es obnubilado por el odio : cuando el joven apache es llevado por la horda de colonos para ser ahorcado, reconoce por azar a la pequeña caja de música con la cual dormía cuando niño, sin embargo, en esta ocasión nadie fue capaz de reconocer al niño raptado en el cuerpo del joven guerrero. La comunidad se mancha con su propia sangre, devora a sus hijos, transgrede sus propias normas. La comunidad de colonos esta perdida, la oportunidad de escapar la tienen los individuos.

Frente al espacio de la comunidad se presenta la figura del héroe satírico encarnado por Stewart. Protagonista complejo, ambivalente, superficialmente visualizado como un reflejo burlesco del héroe trágico de Wayne, constituye sin embargo, la extensión límite del anterior : la resolución alternativa que posee el héroe para proseguir con vida. La primera imagen que tenemos del sheriff McCabe es una reminiscencia de la postura afectada que adoptaba Henry Fonda en su papel de Wyatt Earp en “My Darling Clementine”. ( Pasón de los fuertes.1946) : sentado sobre una silla inclinada hacia atrás en el frontis de un salon, los pies enfundados en un par de lustrosas botas apoyadas contra un poste, el sombrero cae sobre su rostro, extiende los brazos y se equilibra . La postura de McCabe varia mínimamente : los pies descansan sobre una barandilla, y en lugar de entretenerse en jugueteos de equilibrista, se despierta de una siesta. Ante el infantil exhibicionismo de Earp, se contrapone sutilmente, la despreocupación cínica de McCabe.

Frente al personaje de Fonda, algunos autores han declarado sus abiertas desconfianzas : “ En un momento determinado, la chica censura a Earp su condescendencia cuando se sienta en el paseo con la silla inclinada y el sombrero cayéndole sobre los ojos. Sin responderle, bosteza muy estudiadamente y empieza a dar pedales como si estuviera montado en una imaginaria bicicleta. Aún siendo divertida, la escena desprende un sabor amargo para ser de un director que en “Stagecoach”, había defendido a Dallas, la prostituta, contra el puritanismo de todo un pueblo”. ( Joseph McBride y Michael Wilmington, “John Ford”. Segunda edición. 1974. Ediciones JC.)
“ Hasta los años cuarenta parecía que el gran héroe fordiano era un hombre como el Wyatt Earp de “Pasión de los fuertes”, un estilizado vaquero que, en defensa de su familia y su ganado, elimina de Tombstone la anarquía encarnada por el salvaje viejo Clayton y sus hijos. “Pasión de los fuertes” es la exaltación de la civilización. Pero bajo ella se siente la incomodidad de Ford con ese héroe un tanto narcisista, que está siempre cerca de algún espejo, que se perfuma y que baila con estudiada elegancia. ( 18 años más tarde, confirmará está impresión cuando muestre, en “El ocaso de los cheyennes”, a un Wyat Earp maduro, reinando en la frívola Dodge City con la impavidez de un dandy)”. (Ascanio Cavallo, “¿ Qué clase de hombre es, madre ?” . Diario El Mercurio. 1º de Agosto de 1997)

La figura picaresca de McCabe, desliza hacia el ridículo las pretensiones civilizatorias - teñidas de afectado narcisismo - del Earp de Fonda, quien en sus residuos puritanos y en la pomposidad de sus gestos fundacionales, precede al personaje de Ransom Stoddard ( James Stewart) en el filme de Ford, “The man who shot Liberty Valance”. ( Un disparo en la oscuridad.1962), en el cual Ford presenta, con profundo resabio de nostalgia, las pulsiones que han tensado al límite la construcción de sus filmes : las fuerzas progresistas, encarnadas en Stoddard, en contraposición a las fuerzas elementales representadas por la corpulencia ética de Tom Doniphon ( John Wayne). Menos afectado y estilizado que el Wyatt Earp de Fonda, el Stoddard de Stewart encarna la ambigüedad de la verdad histórica, representando todos aquellos valores que la buena conciencia social desea ver reflejados en la cimentación de sus orígenes. Conciencia de lo gregario, ansia de lo político, Stoddard distingue con claridad los ribetes de la futura nación. En contrapartida, Doniphon instaura su existencia en la carnalidad de su presencia. Nómada por vocación, construye ineficientemente una cabaña que se muestra como concreción de su progresiva tensión existencial. Su espacio - físico y espiritual - se estrecha por la presión de los civilizadores, los márgenes lo repulsan en dirección a la fuga : Doniphon, luego de asesinar a Liberty Valance , cede el mérito de su “crimen civilizatorio” a Ransom Stoddard. Con un gesto definitivo, Doniphon incendia su cabaña, señalando con fuego el fin de sus posibilidades gregarias y el comienzo de la ambivalente vida política de Stoddard : se instaura el orden civilizado en el olvido intencional del otro. Lo elemental enmudece y deviene en itinerancia. En su gesto elocuente de fracturar su recorrido al espacio cultural, Doniphon bloquea su única salida.

Frente a lo fraudulento de la historia y a su incapacidad de sostener un discurso político, Doniphon se ubica en un umbral más complejo que el de Ethan Edwards - quien aun posee la irreflexiva fuerza del obseso - pues su carencia de esperanza se funda en su exceso de conocimiento : Doniphon se vuelve lúcido y lo único que le resta es el silencio. Ransom Stoddard es el nuevo héroe de la civilización, el fundador de ciudades, aquel que instituye la mentalidad clasista en el espacio utópico del oeste norteamericano. A su vez, Doniphon pertenece a un linaje de personalidades horizontales que se vinculan ocasionalmente con la narrativa de los grandes relatos, y que en cada ocasión que lo hacen, se defraudan aún más de las supuestas virtudes de la cultura gregaria. Opciones vitales que emparentan a los pequeños héroes del western, con las visiones apasionadas de los románticos ingleses, sino léase a Shelley :“ El hombre civilizado se ha convertido en la ruina de su propia voluntad,la burla de la tierra. El desterrado, abandonado, solitario”.O a Wordsworth :“ Viajero soy ,y mi relato es todo de mí mismo”.

El eco del escepticismo romántico se remonta hasta los viajeros de Raoul Walsh en “The tall men”. (Los implacables.1955), en donde con más ironía que sus precedentes británicos, Clara Gable comenta a Cameron Mitchell, al contemplar la silueta inconfundible de un hombre con el dogal al cuello : “ Al fin llegamos a la civilización”.(22) Los personajes de Walsh se caracterizan por su inclaudicable individualismo, su presencia física, su amor por la aventura, entendida no tanto como un intinerario de introspección moral, sino más bien, como una perpetua huida de los espacios sometidos al colectivismo sumiso de la civilización. En 1941, expone una personal mirada al general Custer en “They died with their boots on”. ( Murieron con las botas puestas), otorgándole al militar que encabezo la carga suicida de Little Big Horn, las características de un aventurero irresponsable y borracho, pero con la suficiente simpatía - irradiada en gran medida por la presencia de Errol Flynn - como para desplazar las antipatías del espectador. El individualismo del Custer de Walsh difiere de la versión fordiana de “Fort Apache”, en la medida que si bien no enaltece la actitud genocida de Custer, lo perfila como una figura sometida a una compulsión autodestructiva que lo llevan a enfrentar a las nuevas fuerzas que comenzaban a dirigir el gobierno : burócratas, comerciantes, traficantes de armas. El placer por las grandes planicies lo hacían huir de su progresivo aburguesamiento, para entregarse a una acción que no se justifica en el orden de las ideas, sino en el placer físico. Los hombres de Walsh nacieron para la aventura y no para la política.

En dirección similar, el personaje de Gary Cooper en “Distant drums”. ( Tambores lejanos.1951), se fuga de la civilización, llevándose a su hijo a la profundidad virginal de los pantanos. Un poderoso aliento romántico refuerza las acciones de sus protagonistas en su intento por recobrar la unidad con el paisaje a la vez que son hostilizados por las diversas fuerzas militares en pugna. Figuras aun más extremas en el universo individualista de Walsh, son la pareja protagonista de “Colorado territory”. ( Juntos hasta la muerte. 1949), en su versión en tiempo de western de la novela gansteril de W.R. Burnett, que el propio Walsh había llevado al cine anteriormente. Centrando la historia en un amor imposible, con claras ramificaciones necrófilicas, y en una persecución despiadada al personaje de Joel McCrea, se organiza un fatal intinerario que culmina con una cacería en los inmensos escenarios rocosos del Cañón de la Muerte, con la Ciudad de la Luna a las espaldas de la pareja, en una escena de ajusticiamiento y pasión amorosa que resonara más tarde en las imágenes finales del “Bonnie y Clyde” de Arthur Penn.




Precediendo a la figura umbral de Ethan Edwards, la senda del obseso se encuentra franqueada por las búsquedas estériles y sangrientas de los héroes excéntricos de Anthony Mann. La Barbara Stanwyck de “The furies”. ( Las furias.1950), que busca la muerte del padre a cambio de la anterior ejecución de su amante. En una escena en exterior filmada al estilo del cine negro de la época, Stanwyck proclama su juramento de venganza : “Eres viejo y tonto y has cometido un error. Debiste de haberme colgado a mi. Te odio como nunca creí que pudiese odiar. ¡ Mírame bien ! ¡ No me verás otra vez hasta el día que te deje en la ruina ! “. Envestida en su rol de erinia, da la espalda al padre y se aleja con dirección al desierto. La cámara se desplaza horizontalmente siguiendo todo el movimiento, presentándonos al amante a punto de ser ahorcado por orden del padre, rodeado de su familia que ora inútilmente. Luego es solo ella quien repleta el cuadro, se detiene, mira por última vez a su pasado en el instante en que se prefigura el clímax de la ejecución, entonces,. escuchamos el grito penetrante de la madre del ejecutado, y contemplamos como las sombras han descubierto paulatinamente en el rostro de la Stanwyck, una nueva faz : ahora las furias han despertado y el viaje será un eterno retorno en la búsqueda de saciar la sed de su venganza.

El viaje físico de Mann se instituye en la inmovilidad de la obsesión. El héroe rechaza la comodidad de la sensatez para desencadenar su particular infierno. Solo en la medida que es capaz de sobrevivir a la prueba del odio y la venganza, el héroe puede replantear los términos de su relación con el mundo. A diferencia del intinerario propedeutico de Hawks y Daves, el viaje del héroe de Mann es ajeno a toda presencia protectora o conductora : sus personajes se desplazan en continua soledad, careciendo de todo elemento de aprendizaje que no provenga de su propio y brutal enfrentamiento con sus circunstancias. Si las motivaciones centrales de los personajes de Hawks, son según Robin Wood : “ el deseo innato del hombre por el autorespeto y la propia identidad” (Robin Wood. Howard Hawks. Editorial JC. 1981), en el caso de Mann, se trata de la consecución insensata de una obsesión, animada por un espíritu misántropo y ajeno a todo tipo de nexos comunitarios. El intinerario es el repliegue constante de una obsesión y el intento por salir cuerdo del inminente fracaso.

Contemplamos a Howard Kemp ( James Stewart) intentando remolcar de las turbulentas aguas de un río, al cadáver de Ben Vandergroat ( Robert Ryan). Kemp jala con desesperación la cuerda atada en torno al cuerpo; enloquecido intenta no perder el objeto de su obsesión. Vandergroat significa obtener el dinero necesario para recuperar sus tierras. La recompensa es indiferente a la muerte, el dinero abstrae su condición de individuo; tanto para Kemp, como para el sistema judicial, Vandergroat es un objeto, una cosa más con la cual lucrar. El no perder su presa es lo único que importa para un Kemp que se ha ido quebrando a lo largo de un agotador viaje, en el que ha debido de soportar la tensión enloquecedora a la cual lo ha sometido Vandergroat con sus argucias de hombre astuto. Movimiento nefasto. Progresivo oscurecimiento de la razón. Microcomplots que van socavando la cordura del héroe. “The naked Spur” es un intinerario desde la locura del obseso hasta el incipiente regreso a un precario equilibrio.
Difícilmente existe alguna progresión en el alma escindida de los héroes de Mann. Hombres maduros, paisajes que absorben las fuerzas y que minan con dificultades sus penosos peregrinajes. El aprendizaje quedo atrás, la cordura se conserva con excesivo esfuerzo, la marca enfermiza de su héroes terminales, se plasmará en el comportamiento anómalo de los protagonistas de “The last hunt”, filme en donde el director Richard Brooks muestra las andanzas de una dupla de enloquecidos cazadores de búfalos, o en los diversos westerns de Robert Aldrich, y sus personajes que solo pueden devenir en huidas o búsquedas, siempre en constante movimiento, descontrolandose a cada momento y solo encontrando algo parecido a la calma en la oscura profundidad de la tumba.



“ Las obsesiones son los demonios de un mundo sin fe” - escribe Cioran - resonando sus palabras , en la cosmovisión de Mann , con la cordura alegórica de un desequilibrado. Héroes límites que intuyen la real locura por venir. Seres tránsfugas que habitan el interregno poco tranquilizador de la sospecha : al obseso que se margina de la colectividad, la furiosa melancolia lo eleva a la lucidez, y en ella, a una placida decepción.

El ciclo de filmes realizados por la dupla Boetticher-Scott, situa la dinámica de lo itinerante en uno de sus mayores límites. Con una puesta en forma centrada en las mínimas actitudes del western, acentuando por sobre todo los gestos esquemáticos, las actuaciones reconcentradas, los temas simples y adecuados para su consiguiente desarrollo, Boetticher consigue explorar el movimiento, no ya como una fuerza que se justifica en el valor de su meta, o como una perífrasis del desarrollo interior del héroe, sino como un fin irreductible en si mismo. El personaje de Randolph Scott, completamente autoreferente, circula de un filme a otro, sostenido por las variaciones que permite su devenir : ya sea porque su mujer ha sido asesinada y su afán de venganza se transforma al paso del tiempo en un ejercicio de memoria , “Decisión at sundown” (1957). o el asesino de su mujer ha olvidado completamente a su víctima, “Ride lonesome” ( 1959). El caso extremo, es su intinerancia en busca de su mujer raptada por los comanches en “Comanche station”. ( Estación comanche.1960), que lo llevan a convertirse en una figura casualmente héroica, a costa de su propia y silenciada infelicidad.

A diferencia del viaje clásico, la dinámica del héroe de Boetticher carece de conclusión y se concentra en la apertura que implica la fugacidad de los encuentros, la rapidez de las escaramuzas, lo escueto de los diálogos, la complicidad psicológica de los personajes. La mujer del protagonista nunca será contemplada, su presencia latente - como objeto de concentración de su obsesión - es el único aliciente que lo sostiene con vida y en perpetuo movimiento : “ Siempre anda solo, viajando por territorio comanche. Buscando. Dicen que hace años, los indios le robaron a su esposa, desde entonces anda buscándola” ( Diálogo de “Comanche station”.) Viaje que no reconoce transformaciones. El héroe en Boetticher se encuentra anclado en la presencia fantasmal de su mujer, y por más que se desplaza por los desérticos y calcinados yermos comanches, no se percibirá alteración en su carácter. El objeto de su búsqueda lo inmoviliza, lo ancla perpetuamente a un pasado refractario.
“ Hay una meta, pero no hay camino; lo que llamamos camino es vacilación” ( Kafka, Aforismos). El espacio que recorre Scott es siempre la alternancia de su vacilación; refrenado por su pasado, imposibilitado para realizar un futuro, permanece indeciso en la tierra de nadie. Pura actualidad, esa es su grandeza y su más profunda sima : encarnación potente de la fuerza individual, a la vez que debilidad patológica , pulsiones selladas en un pretérito no representado.

Figura apacible hasta la ataraxia. Distancia equidistante de la pasión amorosa y de la belicosidad física de los héroe de Mann. El personaje de Scott se presenta en absoluta contracción, “inmutablemente concentrado”, al decir de Emerson. Instancia de inmóvil tensión, al borde del “Heroico furor”, límite final que nunca se rebasa. Ejercicio de pudor, la actitud pétrea de Scott se recoge en un centro de vertical gravedad, alzándolo contra el fondo rocoso, a la vez que inmovilizándolo en la tierra. Esbatimentado por la presencia femenina, el héroe de Boetticher se autocondena a un eterno destierro; parece no ser capaz de imprimirle a su devenir la suficiente fuerza como para no tener que justificar su existir errante.

En aquel contexto de intinerancia, la dualidad puritana del western clásico, entre los hombres respaldados por la ley y la verdad - los héroes de la civilización - y aquellos que transgreden los cánones impuestos por la ilusión del progreso, ya sean estos, bandoleros, pistoleros desalmados o rebeldes indigenas, se relativiza hasta el nivel que el discurso que expresan los supuestos enemigos se sostiene en una pequeña utopía compartida : levantar el espacio del descanso; desplazar la emboscadura móvil del jinete errante por la inmovilidad del terruño :
• Boone : “¿ Está usted casado?”.
• Scott : “No”.
• Boone : “Deberías de tener una esposa. No es bueno que un hombre este solo”.
• Scott : “Eso dicen”.
• Boone : “Pero yo lo se”...”¡Habla!”
• Scott : “¿ Sobre qué?”.
• Boone : “De tú casa. ¿ Cómo es ?”.
• Scott : “De momento no es mucho”.
• Boone : “¿ Tiene ganado ?”.
• Scott : “Un poco”.
• Boone : “¿ Cultivas la tierra ?”.
• Scott : “Es mi intención. Sí”.
• Boone : “Algún día tendré mi propia casa. Lo he pensado mucho”.
• Scott : “¿ Matando ?”.
• Boone : “A veces no es posible elegir”.
( Extracto del filme “The tall T”.(1957).
Movimiento que se relame en la escasez de sus medios. Opción estética que se desarrolla en las determinantes económicas que acusa la producción B.(23).
La narrativa clásica se coloca en entredicho, la psicología de los personajes se disuelve en la presencia refractaria de su héroe : “ Está, finalmente, Randolph Scott, cuyo rostro recuerda irresistiblemente al de William Hart hasta en la sublime inexpresividad de sus ojos azules. Jamás juega con su fisonomía; jamás aparece en él la sombra de un pensamiento o de un sentimiento; sin que esta impasibilidad, no hace falta decirlo, tenga nada que ver con la interioridad a lo Marlon Brando. Este rostro no traduce nada porque no tiene nada que traducir. Todos los móviles de las acciones están aquí definidos por las situaciones y sus circunstancias”. ( Andre Bazin. Cine y Sicología).


Los parámetros tradicionales de inicio y culminación del viaje heroico, se desplazan a una indeterminación de sus fundamentos : el viaje se hace ambulativo. Movimiento descarriado. Situación límite de un tiempo mítico y de un género cinematográfico fundacional. La dinámica de los héroes transhumantes de Sam Peckinpah visualiza con aridez verista la radicalización de las posturas. Ya en “The magnificent seven”. ( Los siete magnificos. 1960), el personaje de Yul Brynner se repetía a modo de consuelo : “Nosotros siempre perdemos, siempre perdemos”. En comparación a los campesinos que defendieron, los competentes pistoleros de John Sturges, se muestran incapaces de conllevar una vida afincada en la cotidianeidad rural. Respetados por su arte de matar, pero a la vez temidos y observados con recelo a causa de su ausencia de raíces, los pistoleros son marginados por los propios marginales luego de haber cumplido con su trabajo. Paradójicamente, los campesinos y los terratenientes, demuestran ser igualmente oportunistas al contratar los servicios de los pistoleros. Estos, como encarnación vital de la negación a la inmovilidad valorica, constituyen el bando ideológicamente menos interesado, a la vez que el más susceptible de ser seducido por la aparente respetabilidad de los valores dominantes.

“ Quién no puede tomar partido, porque todos los hombres tienen necesariamente razón y sinrazón, porque todo está justificado y es irrazonable juntamente, ése debe renunciar a su propio nombre, pisotear su identidad y volver a comenzar una nueva vida en la impasibilidad o la desesperanza. O, sino, inventar otro tipo de soledad, expatriarse en el vacío y seguir - al azar de los exilios - las etapas del desarraigo”.
( Cioran. Breviario de podredumbre ).


Las trazas intinerantes de los héroes peckinpanianos, se magnifican en “Pat Garret and Billy the Kid”. ( 1973), en donde los tiempos muertos, la dinámica erratica de los personajes, una sensación persistente de precariedad y envejecimiento, constituyen elementos formales que profundizan el caracter límite del héroe en el western autoreferencial concebido en la decada de los sesenta. Cita autoreferente del género, a la vez que homenaje nostálgico, la presencia de los envejecidos rostros de los antaños héroes del western clásico - cual residuos icónicos de un tiempo dorado e inocente - filtran una dosis de crueldad aldrichiana en la ya de por si nihilista poética de los Sunset Boulevard peckinpahnianos. Actitud iniciada con “Ride the high country”, al presentar el crepuscular devenir de una pareja de héroes sin trabajo : Scott y McCrea ( incluyendo en un papel secundario a L. Q. Jones), que culmina con la muerte de uno de ellos, en un duelo que posee más el carácter de un suicido romántico que el de un real enfrentamiento, estética de la muerte que posee a su cima inmolativa en “The wild bunch”. ( La pandilla salvaje. 1969).

En “Pat Garret and Billy the Kid”, los viejos rostros : Emilio Fernández, Slim Pickens, Katy Jurado, Jason Robards, Jack Elam, Paul Fix, entre otros, configuran el intinerario de la forma clásica, índices icónicos que remarcan la perdida de la inocencia del género, o posiblemente su deterioro crítico como género especifico y su ingreso definitivo al proceso modernista en tanto operar al límite de sus códigos .
Movimiento doble que constituye la trama formal compleja que ilustra la problemática del héroe situado en el umbral de las antagónicas pulsiones que lo escinden. Garret y Billy, convocan una dual posibilidad de búsqueda de una salida : el primero opta por la traición a los viejos tiempos y la adecuación a las nuevas actitudes, en tanto el segundo, recalcitrante en la permanente afirmación de lo pasado, se individualiza en su adecuación sin matices frente a la incipiente modernización del oeste : “ Los tiempos están cambiando” - dice Garret a Billy, el cual le contesta lacónico : “Los tiempos quizá, pero yo no”. “Este país se hace viejo y quiero envejecer con él”, observa Garret.
Los errantes pistoleros de Peckinpah no se reservan para una futura victoria, estoicos furiosos se entregan resignados a un enfrentamiento sin esperanzas : los hombres de “The wild bunch”, enfrentan a cientos de mexicanos en un gesto de enloquecido heroísmo suicida. Luego de una caminata ritual, presentada como una ceremonia de tácito acuerdo ante la inminente muerte, el forajido Pike Bishop (William Holden) dispara contra el general Mapache (Emilio Fernández), instituyendo un espacio de sagrado silencio que precede a la cruenta matanza. La fisura que inicia el disparo de Bishop, es comparable al espacio que existe “ entre el paso motor y el paso de baile, lo que Alain Masson llama un grado cero, como una vacilación, un desajuste, un retraso, una serie de fallos preparatorios, o por el contrario un brusco nacimiento”.( Gilles Deleuze. La imagen-tiempo. Estudios sobre el cine 2. Paidos.1987). Fisura que quebranta el espacio-tiempo de corte realista de la caminata inicial, convocando la muda vacilación de los hombres de Bishop frente a las legiones de Mapache, y situando al espectador ante los preparativos de la danza macabra que proseguirá, mediante la forma manierista y autodestructiva de un montaje desenfrenado, en una carnalidad apasionada de la cual carecía su predecesor eisensteniano.

La dupla de Garret y Billy recorre una doble senda de envejecimiento y decepción. En forma de un descarnado y árido road movies, los héroes terminales de Peckinpah trashuman silenciosos, discretos y periféricos, cual espectros de un pasado esplendoroso, pero definitivamente clausurado. Figuras saturadas, violentamente extremas, subyugadas a un temible destino que se abate enmudecido y decadente sobre ellos; héroes del olvido, cansinos, agotados por su recorrido anclado en la desesperanza.
Lejos se encuentran aquellos intinerarios insuflados por la utopía, al estilo de “Wagon Master”. ( Caravana de paz. 1950) de John Ford, o “The way west”. ( Camino de Oregón. 1967) de Burt Kennedy, abierto remake del filme de James Cruze - “The covered wagon” (1923)- ambos con idéntico título en español. Incluso las oscuras pulsiones de la venganza que guían los pasos de una innumerable hueste de héroes, se desplaza en dirección a los ajusticiamientos casuales, desprovistos de pasión y carentes de todo intento de justificación por parte de sus protagonistas. El hastío enmarca la mayoría de los duelos, los personajes se dejan asesinar con indiferente placer. El duelo, en tanto estoíco suicido, les permite sobrellevar con cierta dignidad los insufribles deterioros de la vejez. Sin una tribu que lo abandone para morir en la soledad del yermo, carente de toda hipócrita piedad civilizada, el viejo pistolero se entrega a la muerte con la resignación de un condenado a muerte. La digna austeridad, el viejo pudor del hombre silencioso, le otorga al agotado pistolero una ambigua apostura.
Billy se entrega silente a la traición de su amigo. Garret cumple su rol en la ejecución con la prolijidad de un acto litúrgico : dispara en el momento del reconocimiento, el cuerpo de Billy cae ralentizado mientras Garret se contempla en un espejo. Antes que la cabeza de Billy golpee suavemente el suelo, Garret hace fuego en contra de su reflejo. Finalmente, luego de proteger el cuerpo de su amigo de los buitres de Chisum, Garret se marcha solitario, apabullado por las pedradas que le lanzan un grupo de niños.

Garret rechaza la posibilidad del mito, realizando el gesto aborrecible : la traición. . Billy, prosélito oportunista de la doctrina impúber de la incomprensión y la autocompasión, posee rasgos de indudable perversidad infantil, pero a la vez, es el único que manifiesta sin fisuras su rechazo visceral a los valores acomodaticios que propugnan los nuevos detentores del poder. Garret, en cambio, desarrolla un complejo movimiento de negación; su ejercicio de la traición rebasa el interés monetario para devenir en un gesto de radical distanciamiento a su vida anterior. Con el asesinato de Billy clausura una época , borrando cualquier posibilidad de refugiarse en una penosa añoranza de los “buenos tiempos”. La edad de oro del western ha concluido, Garret dispara a quemarropa en contra del sueño de una cultura. El reflejo exaltado, de una nación adolescente, cae destrozado a los pies de su último héroe.




El umbral se clausura. La figura héroica titubea. Se cierra la puerta sobre su duda. Presionando el límite, rastreando la inhumanidad de lo social, el héroe del western subvierte sus fundamentos para devenir en una pura fuerza : pulsión ambivalente, transgresión del gesto gregario, melancolía de la comunidad diseminada.

Tras la puerta suspira el héroe. El desierto se extiende infinito entre el errar y la violencia. Ethan Edwards, destierra el espacio clásico, pervertido por la trastocación de sus sueños colectivos, y convoca la tierra árida de los desesperanzados. La historia de los hombres duros despierta al western con la vejez fordiana, ya no es el tiempo de pistoleros imberbes o de prostitutas decorosas. Ahora el arma es un asunto de moral; el viaje, un intento por encontrar una salida y el amor, la posibilidad remota de sobrevivir.
En el western futuro, el final ya no estará permitido : al concluir el filme, recién comenzará la historia del héroe en el umbral. Su nuevo camino se recorrerá tras la puerta cerrada, a espaldas de la cultura, en el desprecio lucido del escéptico, o en la carcajada lacerante del humorista.

Benjamin : “ Pues el héroe moderno no es un héroe : representa a héroes. El heroísmo moderno resulta ser una tragedia en la que aún no se ha encontrado actor para el papel del héroe”.





Notas.


8.- Expresión con referencia a la cita de Macbeth : “ And vin such bloody distance”, la cual alude a la distancia medida entre los duelistas, según la traducción anotada por Luis Astrana Marin. Taurus.1951.
9.- La figura de Ethan Edwards y su vinculación con Scar, puede ser graficada por otro fragmente de Canetti : “ La situación concreta en la que se halla el héroe tras el peligro superado es la del superviviente. El enemigo quería su vida, como él la del enemigo. Con ese objetivo declarado e inamovible el uno ha hecho frente al otro. El enemigo ha sucumbido. Al héroe, en cambio, no le ha sucedido nada durante el combate. Colmado por el monstruoso hecho de su supervivencia, se abalanza al próximo combate. Nada le pudo afectar, nada lo podrá afectar”.
10.- El filme Warlock ( El Hombre De Las Pistolas De Oro. 1959 ) de Edward Dmytryk, trabaja la relación oportunista de una sociedad que se autoadjudica la representabilidad de los valores “civilizados”, y la exclusividad sobre las virtudes, con una pareja de pistoleros mercenarios, interpretados por Henry Fonda y Anthony Quinn. Ambos son contratados por la comunidad, para defender sus intereses económicos. En tanto la amenaza es concreta, la comunidad utiliza a los pistoleros, sin embargo al pasar el peligro, los vuelve a tratar como a desechos humanos.
En una escena memorable, luego que el personaje de Fonda ha sido escogido sheriff para legalizar sus actuaciones, y ha tenido que matar a su propio amigo en defensa de intereses que él mismo no respeta, la comunidad - prepotente ante la impotencia del enemigo muerto - insulta la memoria del pistolero abatido e intentan profanar su cadáver. Fonda reacciona en contra de la cobarde turba de “buenos ciudadanos”, interpelándolos en su punto más vulnerable : su mala conciencia. “Él era mejor que cualquiera de ustedes”, les grita, para luego poner fuego a la mesa de billar sobre la cual descansa el cadáver de su amigo. En una actitud estética, que trasunta toda la ética del personaje, Fonda realiza un homenaje a la muerte de su amigo con una pira funeraria digna de un gran guerrero.
11.- Con referencia a la figura del outlaw, Gérman Lázaro : 3 western de Clint Eastwood. Revista Ajo Blanco 52. Remitiéndose a la definición de George-Albert Astre y Patrick Hoarau, escribe lo siguente : “Frente a la figura del sheriff contrapone la de un hombre “anterior a la ley”. El outlaw, prototipo del héroe preferentemente desarraigado e inadaptado siempre, no tiene por qué ser necesariamente un bandido o un delincuente. Su calidad de forajido viene dada por el rechazo a las leyes de la comunidad y este comportamiento le empujara a la aventura, volviéndose en su huida un good man o un bad man. De todos los tipos, es el idóneo para vehicular una ética”.
12.- La cuestión de la desigual economía del acto vengador se desliza perceptiblemente a lo largo de la filmografía de Eastwood. El acto vengador no equitativo, rebasa al hecho empírico en tanto pura causalidad, para ingresar en el espacio del arrebato colérico. La venganza, como instrumento asocial, posiblemente previo a cualquier acuerdo de índole igualitaria, será eje fundamental en los western de Mann, Walsh, Boetticher, o los últimos filmes de Hathaway.
13. La individualidad como elemento determinante para visualizar una forma de
comunidad sustentada en la libre asociación de sus miembros : “Es justo lo que es justo
para mí. Puede que no sea justo para los demás; allá ellos : que se defiendan como

puedan”, escribe Stirner en “El único y su propiedad”. El Yo como sustancia única e

irrepetible, frente al cual conspiran todas las abstracciones colectivas : la religión, las

leyes, la moral. Ante la idea de lo colectivo, el hombre de Stirner clama : “ ¡El pueblo

ha muerto! ¡Viva Yo!”.

14.Peter Bogdanovich cita a Robert Parrish : “Ford siempre odio a los policías.

Despreciaba enormemente a todo tipo de autoridad, de influencia paterna sobre él : a

todo los productores, a todo el dinero; eran sus enemigos “.


2. Fitzgerald describe con certeza el proceso desgastador del derrumbe, en las primeras líneas de The Crack-Up : “ Sin duda que la vida entera es un proceso de quebrantamiento, pero los golpes que desempeñan la parte dramática del trabajo - los grandes y repentinos golpes que vienen, o parecieran venir, del exterior -, los que uno recuerda y lo hacen culpar a las cosas, y de los cuales, en los momentos de debilidad se habla a los amigos, no muestra sus efectos de inmediato. Hay otro tipo de golpe que viene de adentro y que no se siente hasta que es ya demasiado tarde para impedirlo, hasta que comprende positivamente que de algún modo no volverá a ser el mismo. El primer tipo de quebrantamiento parece ocurrir rápido; el segundo ocurre casi sin que uno lo sepa, pero se le percibe en realidad muy de repente”.
3. La escena en cuestión se remite a un plano en profundidad que convoca, en el eterno presente del filme, un aspecto del pasado de Ethan.El capitán reverendo Samuel Clayton, contempla a través del umbral de una habitación, como Marta Edwards (Dorothy Jordan), acaricia tiernamente la capa de Ethan, para luego ayudarlo a envestirse con el uniforme de la derrota. El capitán Clayton contempla el instante y guarda un cómplice silencio con el espectador.
4. Este punto de reconocimiento es apreciado como fundamental por Santos Zunzunegui en su libro “La mirada cercana” : “ En la segunda escena del filme Ethan levanta en brazos a su sobrina pequeña ( “Lucy, you ain‘t much bigger than when I´last you” “Iám Deborah” ), gesto que, repetido al final, sellara el encuentro definitivo entre los dos personajes”.
5.
6. Una violenta relectura de la ejecución de Tory, realizará Clint Eastwood en “El jinete Palido”. Trasladando el enfrentamiento desde el lodazal , en el filme de Stevens, hasta una calle cubierta de nieve. En lugar del asesino ataviado con vestimenta de cuero negro, se ubicaran un grupo de pistoleros a contrata, el fetiche en el vestuario se intensificara con el uso de largos guardapolvos.
7. Según Carlos F. Heredero, en su libro sobre Sam Peckinpah : “ En “The Searchers” John Ford hacia que John Wayne acabara a tiros con la niña - su sobrina -al encontrarla convertida en india tras su larga marcha buscándola, como desenlace verdadero, más tarde suprimido...” ( Carlos F. Heredero. Sam Peckinpah.1982





Notas.
1. “ Ser un tonto está en la naturaleza del héroe. El sheriff del western, el actual prototipo literario ejemplificado por Gary Cooper, es invariablemente un tonto. Si fuera inteligente, sería pequeño y mezquino. En todos los mitos, la sagacidad, y aun la sabiduría, son propiedades del villano”. ( John Steinbeck. Apéndice de “Los Hechos del Rey Arturo”).
2.- José Luis Guarner no se empequeñece en adjetivos, al describir los westerns de Hellman : “ ...ascéticos como un cilicio, abstractos como un cuadro de Mondrian, atonales como una pieza de música concreta, existencialistas como un drama de Sartre”. ( J.L. Guraner. Historia del cine americano. Tomo 3. 1993.)
3.- Una idea similar expone Emil Cioran en uno de sus aforismos : “ Aquel naufrago, que recién llegado a la isla, lo primero que vio fue una horca y en vez de amedrentarse, se sintió tranquilo : se hallaba entre salvajes, de acuerdo, pero en un lugar donde reinaba el orden”. ( Desgarradora. Ediciones Montesinos. Barcelona. 1989).
4.- El caso Welles es paradigmatico en el sentido inverso. Asediado por las prohibiciones económicas, es incapaz de trastocar la situación a su favor. Inteligentemente, José María Latorre describe la situación en su ensayo : “ ¿ Quién lee hoy a Shakespeare?” ( Los sueños de la palabra. Editorial Laertes. 1992) : “Macbeth da comienzo al ciclo de Orson Welles sobre las mil y una manera de asombrar ocultando. Lejanos ya los días de Ciudadano Kane, Welles quería confirmar su genialidad. En aquel momento era un director caro, casi un prototipo del derroche, y Macbeth, una producción modesta apoyada por la Republic, se resiente de que el juguete es pobre y tiene los destellos menos vivos. Welles rodó el filme como si contara con el mismo sistema de producción que en obras anteriores, sin querer darse cuenta de que, en cine, es preciso acomodar las pretensiones a las posibilidades y el rodaje a los medios, so pena de caer en el ridículo”.




























Bibliografía básica.
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viernes, abril 28, 2006

EL HEROE EN EL UMBRAL. CAPITULO III.
POR MIGUEL ANGEL VIDAURRE.





EL OBSESO.

Emil Cioran : “ No vengarse es encadenarse a la idea del perdón, es hundirse en ella, es tornarse impuro a causa del odio que se le ahoga a uno dentro. El enemigo perdonado nos obsesiona y nos perturba, sobre todo cuando hemos decidido no detestarlo”.


Ethan Edwars es el desplazamiento límite del héroe fordiano. Ya en “ Stagecoach” - obra fundamental en la escritura del western clásico - el personaje de Wayne : Ringo Kid, abandona su actitud de good man, para devenir a causa de una venganza no consumada a tiempo, en un bad man : al final del viaje, que sirve de pretexto para el desenmascaramiento de las falsas virtudes de los personajes, se condensa en pocos minutos la motivación autentica del protagonista : encuentra a los tres hermanos Plummer, responsables de la muerte de su padre y de su hermano, y los asesina en un duelo de abierta ambigüedad. Finalmente, un epilogo de concordia amorosa y serenidad espiritual, con un Ringo Kid que huye con su reciente amor, Dallas ( Claire Trevor) con dirección a un nuevo horizonte potencialmente benévolo.

El leve regreso de Ethan a sus escasas raíces, está fatalmente marcado por el sino de la tragedia. Ringo Kid aun poseía la ingenuidad de un buen salvaje, sin embargo, Wayne en su encarnación de Ethan Edwars está demasiado cerca de héroes cansados, quebrantados por el final de un tiempo, derrotados en las únicas causas que alguna vez tuvieron.
El Wayne de “The Searchers”, es el resultado de las tenues transformaciones que su personaje ha ido sufriendo paulatinamente al interior del género. recuérdese aquel forastero bonachón que iniciaba peleas, que más se asemejaban a jugueteos de adolescentes, que exteriorizaciones de reales odios. En “Randy Rides Again” (El Jinete del Amanecer.1936), aun conservaba todas las características que ilustraban la superficialidad del héroe civilizado; aquella figura de carácter optimista, que justificaba cualquier matanza, por el ideal común y absurdo de un progreso indefinido. El cowboy como cliché de matine. Figurín desechable, dedicado a las conquistas amorosas y a los duelos asepticos. Entre tanto bienestar la sangre no tenia cabida. Aun los niños deseaban creer que su héroe no se manchaba el albo traje al disparar contra el villano. Posiblemente para estos primitivos héroes del western, el comentario de Guido Aristarco tenga algo de razón : “ Los western, relatos de aventuras al aire libre. Acciones que subyugan la imaginación : suspenso, identificación con el héroe ( sobre todo con el cowboy ) : la aventura llevada a la casa. La aventura del hombre blanco para el hombre blanco “nórdico”. Son evidentes, pues, las implicaciones racistas, que permiten al superman de tipo nietzscheano”. ( Guido Aristarco, “La disolución de la razón).


Pocos años después, dos personajes que habían viajado juntos en una diligencia, comentaban entre si, al contemplar como Ringo y Dallas escapaban de la justicia : “ Bueno, así se salvan de la civilización”. La figura de Wayne comenzaba a desconfiar del rumbo de la civilización en el espacio pulsional del oeste fílmico. Aquella ambigua imagen del western primitivo en “ The great train robbery” ( Asalto y robo de un tren. Edwin S. Porter.1903), con el pistolero apuntando desde el soporte, y descargando su revolver sobre un espectador inerte, pero al mismo tiempo, deleitado con el hecho de su asesinato virtual. El origen del héroe del western es literalmente aquel dispara contra la modernidad contemplativa de una comunidad de espectadores.

Precediendo al personaje de Ethan, Wayne había quebrantado su figura de héroe modelo con filmes como “Red River” ( Río Rojo. 1948) de Howard Hawks, en el cual encarnaba al déspota Tom Dunson; “ She wore a yellow ribbon” ( La legión invencible. 1949) y “Río Grande” ( Río Grande.1950), ambas de John Ford: en la primera encarnaba al capitán Brittles, sobre quien pende constantemente la amenaza del retiro, en la otra, era el teniente coronel Kirby Yorke, quien tenia la posibilidad de reconciliar a su familia escindida por el odio de la guerra civil.

Ethan Edwards desplaza un infinito odio. Su estancia en aquel hogar era imposible. Debe permanecer indefinidamente en el umbral, en la tensión permanente. Su carácter borrascoso quedaba en claro por la acidez de sus comentarios a las interrogantes de su hermano Aaron sobre el quehacer de su vida errante : “ No creo en rendiciones...aún no he convertido mi sable en arado”. Visión despectiva del espacio gregario que emanaba toda la nostalgia por lo irrevocablemente perdido. El héroe de la furia, absorto en su venganza cósmica, no tiene espacio para la cotidianeidad. La dinámica del viaje revanchista arrasa con la vida del resto de los hombres, las quiebra definitivamente o al menos las afecta en forma tangencial. Nadie puede salir indemne a la presencia del obseso.

Figura catalizadora de la acción, Ethan promueve el movimiento indefinido del héroe contemporáneo. Viaje autoreferente, el movimiento del obseso solo culmina con su completa identificación con el objeto de su obsesión. Una vez agotada la distancia que constituye la aparente dualidad entre el sujeto obseso y su objeto de obsesión : el héroe se vuelve silencio. Realizado el acto que descarga la obsesión, el sujeto se enfrenta a su vacío, e intenta capturar con la mirada un nuevo punto de referencia para su deseo. Si el héroe no tiene la suerte de consumirse en el enfrentamiento decisivo, se torna un reflejo de su furia inicial : Palido espectro de su consumido odio deviene en figura errante, como débil epígono de sí mismo. Una vez que el héroe ha retornado del infierno se reviste de un aura de invulnerabilidad. Cierta apariencia de sobrenaturaleza le rodea, distanciamiento aun más del espacio de lo cotidiano.

La invencibilidad del héroe que regresa vivo de su travesía a la oscuridad lo enferma de hastío; una y otra vez tendrá que poner a prueba su incapacidad de fracasar en las pruebas que se le impongan. Víctima de su propia fuerza, el héroe solo añorara un lugar en el cual poder habitar, aquel espacio se constituirá en su propia carne. El hogar del héroe superviviente será el lugar que ocupe su persona en un eterno errar. Cansado del combate, muere de nostalgia por el hogar. Inserto en una comunidad, viviría ansiando la amplitud del paisaje sin códigos sociales precodificados. Desplazado de todo, constantemente incomodo en su situación de incontrolable fuga, buscara con desesperación un nuevo pacto de reconciliación con la quebrantada continuidad psicoesferica de sus iguales. El Wayne de Ford deviene sin saberlo de buen salvaje rousseaniano en furioso bastardo de Max Stirner.(13)

En la secuencia anterior al ataque del rancho, Ethan, Martin y otros hombres, salen en busca de un grupo de comanches, de improviso se percatan que han sido víctimas de una trampa: el objetivo de los comanches son las granjas ahora indefensas. De inmediato los hombres emprenden el regreso, a excepción de Ethan que se mantiene frío y silencioso, acompañado por la bufonesca figura de Mose Harper (Hank Worden). Los hombres se alejan presurosos, resentido con Ethan, su sobrino Martin los acompaña. Luego Ford nos presenta la escena que revela lo hasta ahora silenciado : Ethan limpia el sudado lomo de su caballo, le permite recobrar el aliento ( Ethan, a diferencia de Martin, es un guerrero profesional, como los héroes de Hawks, y entiende que su caballo reventara sino le otorga el suficiente descanso), centra su mirada en el horizonte, el encuadre se cierra unos segundos sobre su rostro, transfigurándolo en un gesto elocuente. Luego contemplamos el ataque comanche. La mirada del héroe traspasa el espacio, se substrae del tiempo. El gesto elocuente inmoviliza y otorga nuevas significancias. La mirada de Ethan nos presenta la muerte de su familia antes que esta ocurra. El círculo de la mirada se cierra en la contemplación elíptica - través de un umbral- del cadáver de Martha.

Luego del ataque comanche al hogar del hermano de Ethan - matanza sintetizada por la coloración rojiza del atardecer, o por la irrupción de una sombra en el cementerio en donde se ocultaba la pequeña Debbie -, Ford nos resitua ante su opción formal en la expresión de la violencia : vinculando el fuera de cuadro, menos por pudor que por sus potenciales capacidades para expresar lo innombrable, vemos a Ethan detenerse en el umbral de la anteriormente ciudadela de la civilización, ahora pervertida por la destrucción y la muerte. Como una respuesta oscura al inicial traspaso del umbral, y como una premonición del “gesto elocuente” final, Ethan permanece en las sombras, lo contemplamos desde el interior, ocupando el lugar que debe ocupar el cadáver de su único amor, último eslabón que lo ataba a una posibilidad de redención colectiva. En un umbral de tinieblas, el héroe evita la caída asiéndose de las vigas verticales, su cabeza baja hasta tocar su pecho. La prolongación de aquel movimiento de creciente ofuscamiento, tendrá su escenificación durante la ceremonia de entierro, en la cual Ethan interrumpirá las palabras del predicador para dar por iniciada el intinerario de su venganza. En el momento de partir, una mujer se acerca a Ethan para rogarle que “no malgaste la vida de sus hijos en venganzas”, sin percatarse que para él, la venganza no es un despilfarro de la vida, sino la maximalización de un riguroso código de comportamiento individual : el vengador, figura descalificada por los ciudadanos bienpensantes, que sin embargo, no rehuyen la posibilidad que sea el estado que los gobierna quien asuma ese papel. La figura intolerante y voluntariosa, quebranta la instancia litúrgica de la comunidad, afianzando una vez esa compleja ambigüedad de la poética fordiana, en torno a su irreductible amor al individualista, a la vez que añora la reconciliación con la entidad social . Las pulsiones no sometidas a los criterios culturales del espíritu gregario se encarnan en el personaje de Ethan, enfrentándolo constantemente a la autoridad patriarcal del capitán y reverendo, Samuel Clayton, guardián fordiano de la tradición y el rito.(14)



Figura errante y asesina. La sensibilidad ante la muerte converge con brutalidad evitada por la forma clásica. Ethan Edwards deviene desde el héroe al asesino, desde el asesino al comediante, desde el comediante al nómada : circuito pulsional que desplaza la consistencia del héroe hasta su máxima dispersión.

Ford sobrepasa el límite de la violencia pudorosa que él mismo había afincado en el western. El límite de lo moral queda en entredicho ante la férrea presión de la obsesión : el desequilibrio desplaza a la sensatez. Furor, es el concepto que define el ser del héroe tensionado en el umbral. Bastardo de la Fúrina, progenie maldecida de Erinnis. Figura héroica arrebatada por la furia. Ethan se consume en la violencia de su obsesión. Al asesinar, convoca las fuerzas que intenta exorcizar : Scar, el anti-Ethan, su doble no reconocido, debe ser cazado y destruido, pues para el obseso no existen términos de igualdad o medianía. Una de ambas fuerzas precisa rebasar a la otra, el destino del obseso es la muerte o el destierro, en todo caso, desconoce el sabor del triunfo, al decir de Cioran : “No tengo ideas, sino obsesiones. Ideas, cualquiera puede tenerlas. Nunca las ideas han provocado el hundimiento de nadie”.


La venganza no respeta la muerte, su violencia ultraja incluso a los cadáveres de sus enemigos. Blasfemo como Ahab, Ethan desplaza su furia a zonas ultraterrenas : a pesar del temor respetuoso del resto de sus hombres, Ethan dispara a los ojos del cadáver comanche, pues así lo condena - según sus tradiciones - a “viajar para siempre en tinieblas”. La violenta condena al enemigo caído es imagen profética de la caída vertical del propio Ethan.

Más adelante, emergerá una nueva forma sacrílega, pero en esta ocasión el reverendo Clayton frustra sus intenciones : en el combate en el río - primera aparición en el filme de un simulacro de caballería que ha sido socavado por la perdida de ingenuidad -, Ethan desea acabar a sangre fría y a distancia con Scar, e impedir que los comanches enterraran a sus muertos. No desea ceder en su odio. El combate se asimila más a la forma de exterminio genocida, que a las formas de lucha reglamentadas del western clásico.

“ Es un hombre que puede volverse salvajemente loco” - comenta Martin Pawley. Ethan enmudece. Las barreras de la cordura amenazan con ceder. En una secuencia fuera de cuadro, el héroe se enfrenta al cadáver de una de sus sobrinas,; el único gesto visible de su hallazgo al regresar al campamento es su silencio y la falta de su abrigo militar. Sólo más tarde le confesara escuetamente a Martin : “ la cubrí con mi abrigo y la enterré con mis propias manos”, para luego agregar, a manera de amenaza : “ No vuelvas a preguntarme mientras viva, no vuelvas a preguntarme al respecto”. Al silenciarse, la violencia de Ethan se hace impredecible. No comenta sus planes, oculta el fin de sus acciones, incluso utiliza a su propio sobrino como la carnada viviente de una emboscada.

El héroe silencioso se manifiesta como puro ejercicio de exterioridad. La furia que no posee palabra, adopta la configuración de un estallido : Ethan dispara enloquecido sobre una manada de búfalos para evitar que el enemigo pueda sobrevivir al invierno, en forma analógica, el gesto es radicalizado en “The Last Hunt”.( La última cacería. Richard Brooks. 1956), en donde el enloquecido personaje interpretado por Robert Taylor, transforma una jornada de cacería en una feroz escena de perversión : Taylor dispara a una manada de búfalos hasta que su rifle se caliente, luego desciende hacia los animales sobrevivientes y los remata con su revolver. Ambos personajes se hermanan en la ferocidad de sus obsesiones, en la carencia de argumentos para justificar sus acciones . “ Matar es la verdadera prueba de que estas vivo”, confiesa Taylor, situándose en las antípodas del héroe civilizador , el cual precisa de falaces estructuras argumentativas para justificar su brutalidad , en cambio, el héroe obseso ha superado los límites del discurso : sus actos se instituyen en gestos autónomos ante la moral gregaria . Rasgos de blasfemia rodean a la violencia del héroe sumergido en la furia, si Ethan disparaba a los ojos del comanche para evitar su tranquilidad ultraterrena, Taylor dispara en contra del búfalo blanco y el animal sagrado cae inerte bajo la violencia del blasfemo : “nos quita nuestra comida y ahora mata nuestra religión” - le reprocha un viejo indio, quien luego será asesinado por el mismo Taylor al intentar recuperar la piel magica del búfalo.

El héroe sin habla, no solo se encuentra tensionado por las pulsiones umbral entre la civilización y la barbarie, sino también entre las fuerzas de la colectividad unificadora y las del hereje diseminador. El héroe, antaño defensor de la autoridad racional del patriarca deviene en heresiarca, en racista y fanático. El lugar del obseso no es este mundo sino el espacio de las tensiones sin definición, en el silencio del lenguaje, en el lugar sin juicios en donde solo el cuerpo es quien gobierna.

Cuando Ethan se ve enfrentado a un grupo de mujeres que han enloquecido a causa de su cautiverio con los comanches, responde con inusitada violencia a un comentario piadosos de uno de los oficiales del fuerte, diciendo : “ No son blancas, no lo son. Son comanches”. Despues se encamina hacia la puerta, se detiene, gira el rostro medio oscurecido por el ala del sombrero, la cámara realiza un movimiento de acercamiento hasta ubicarse en un primer plano de su rostro : paisaje airado, endurecido por el odio, transmutado por el impotente silencio. Inversión de aquella imagen luminosa que fijaba en un similar movimiento, el carácter indócil del numinoso Ringo kid. El acercamiento al rostro de Ethan penetra la pura apariencia del héroe, logrando que sea su sombra quien salga a relucir en la plenitud de su opacidad. El gesto elocuente del héroe clásico, da un paso a un nuevo nivel gestual, que sitúa al protagonista fordiano en el extremo expresivo de su resquebrajada cordura.

“ Un crimen es demasiado nuestro para que lo lamentemos. Se arrancó de nosotros una sola vez, en el momento en que éramos más profundamente nosotros mismos y en que con más intensidad vivíamos”. ( Jorge Santayana. “Del Crimen”.)

La ejecución. El ejercicio del crimen a sangre fría sufre un paulatino desplazamiento desde el accionar del antagonista hasta el comportamiento límite del héroe. El linchamiento en “The Ox-Box incident” ( William A. Wellman. 1943), filme de situa al enfrentamiento violento contra la ejecución equivoca, en tanto venganza abstraída en un colectivo fanatizado. El error de la comunidad se revela como un crimen del cual nadie se hace responsable.

Peckinpah “ Lo que yo hago es mostrarle a la gente la violencia como es, no mostrándola como realmente es sino elevándola al cubo, estilizándola”

En Shane, el asesino oscuro y metódico, interpretado por Jack Palance, dispara a quemarropa en contra del inofensivo granjero Tory ( Elisha Cook Jr) (15), resituando la violencia del western en una instancia de contemporánea sensibilidad, a la vez que enfatiza la coexistencia de una doble lectura que se canalizara en una propuestas crítica frente a la aséptica violencia del western primitivo, como en una opción de rebasamiento estético que devendrá en una compleja estilización del asesinato.

En “The naked spur” ( Colorado Jim.1953), el antagonista del atrabiliario héroe de Anthony Mann, se muestra como una peculiar combinación entre el Buscón quevediano y el frío pistolero de Palance : inmutable dispara al anciano buscador de oro Jesse Tate ( Millard Mitchell). A su vez, y sin mayores escrúpulos que su adversario, el héroe encarnado por Stewart intentara a cualquier precio el rescatar el preciado cadáver del asesino . Sus desesperados esfuerzos se establecen en directa proporción a las ganancias en recompensas que significa el entregar el cuerpo; en ningún instante se hace mención a la justicia, pues el héroe cazador no se engaña con las justificaciones de la comunidad. El obseso desplaza la hipocresía del discurso : él no posee razones de apariencia altruistas, su violencia es la ambigua configuración de un nuevo tipo de redención individual.

En “ Ulzana´s raid” ( La venganza de Ulzana.1972) el director Robert Aldrich presenta a otro héroe tan obseso como racista, encarnado en Burt Lancaster, rastreador y asesino de indios. El nivel de obsesión del protagonista rebasa en tal medida la mediania de los militares que lo acompañan en la cacería de Ulzana, lider vengador de la matanza de su tribu, que lo hace sobresalir de la pura persecución política y lo eleva a una dimensión de épica enloquecida, emparentándolo con Ethan, en la desmesura de su odio. Fuerza tan espantosa en su capacidad destructiva como fascinante en cuanto potencial escape al gregarismo. Dos hombres amarrados por su odio y seducidos por su voluntad poder.

En “Unforgiven”. ( Los imperdonables. 1991), Eastwood rescata la figura del héroe en el umbral, situándolo en una tensión entre una fracasada vida gregaria - penitencia impuesta por su mujer muerta - y un retorno infructuoso a un pasado desdibujado por los vapores del alcohol y el mito. Movimiento más complejo que los anteriores en la medida que se impone la vía de la obsesión como retorno a cierta forma de vitalidad perdida en el roce de la cotidianidad. Will Munny ( Clint Eastwood), está poseído por la carencia absoluta de futuro, y cuando se le ofrece una salida, opta por tomarla.

Intinerario de una venganza mercenaria. La primera instancia del filme se ubica desde una mirada desencantada y verista del modelo del héroe, describiendo su progresiva decadencia y los infructuosos intentos por cumplir con su trabajo. Movimiento desengañado que concluye con el reconocimiento de su obliterada naturaleza predatoria : Munny se entera de la muerte de su amigo a manos del sheriff Little Bill ( Gene Hackman ), coge una botella del prohibido licor y bebe su contenido, luego abandona al joven aprendiz de pistolero y se reencuentra con la senda de la sangre. Escena eje en la nueva orientación del filme, bisagra que articula el carácter desmitificador y crepuscular del primer segmento, con el estallido de atavica furia que convoca las formas del mito en la secuencia final. Apertura a la oscuridad del héroe que resume la compleja reacción en contra de la cultura gregaria que el héroe del western ha desarrollado como una estigmatizada patología - situando al obseso, a la voz de la furia y a la melancolía, en el reducto estrecho de lo enfermo - al interior de las formas hipercodificadas del género.

Ethan Munny traspasa el umbral. Espacio y reducto de lo otro. Instancia despótica de la civilización encarnada en el orden impuesto por Little Bill - replica radicalizada del personaje de Karl Malden en “One-eyed Jack”. ( El rostro impenetrable. 1961). Atmósfera expresionista que estalla en una tormenta, movimiento diagonal ascendente del cañón doble de una escopeta que precede a la presencia de Munny y al inicio de la matanza. Venganza sin atisbo de remordimiento, empañada en whisky y resentimiento silenciado por el miedo que ofrece la sobriedad. Entre tinieblas Munny abre fuego a quemarropa. Los duelos son desplazados por la matanza pura, casi abstracta, obnubilada por las sombras, desdibujada en el sopor del alcohol. El heroísmo del héroe clásico es impugnado por el estallido del rifle Spencer en el rostro de Little Bill :
• Little Bill : “ No me merezco esto. Morir así. Estoy construyendo una casa”.

• Will Munny : “ Esto no tiene nada que ver con lo que mereces”.

Finalmente, la silueta de Munny desaparecerá de la historia. Se desplazara a una nueva emboscadura. Bajo la lluvia amenazará a toda una población con un juramento de muerte, convocando en su despedida la circularidad del devenir del héroe : originado por el mito civilizador, cuestionado con un referente de supuesto realismo, y emplazado luego a la superación de lo representacional en favor de una mistificación crítica y estilística : el héroe del western se ha transformado en una violenta interrogante, en el silencio perplejo de una figura estática en el filo mortal del umbral.

George Bataille : “ Llamo experiencia a un viaje al punto extremo de las posibilidades del hombre”.

El camino de Ethan se inserta paulatinamente en el proceso del hundimiento del héroe clásico. Sometiendo los fundamentos de su existencia a la presión insostenible de una progresiva locura, la forma del héroe se tensiona hasta sus últimos residuos de convencionalidad gregaria. La oscuridad que sobrecoge al rostro endurecido de Ethan al abandonar el espacio de la locura femenina en el fuerte, lo presenta en la caída irremediable : el héroe de la civilización se enfrenta en perplejo silencio a sus espectros.
Poseído por la sombra, Ethan desenfunda ante la presencia de su sobrina Debbie, quien encarna en su apariencia comanche los peores miedos del héroe colonizador, aquellos pavores enmudecidos que reverberan desde la profundidad de los orígenes de la comunidad blanca : la traición a sus propios fundamentos igualitarios se encuentra en los fundamentos de los pioneros. La ambigüedad sumerge a la secuencia en la imposibilidad del juicio. No se tienen certezas de las intenciones de Ethan, es posible que intente defenderse del comanche que surge al galope tras la duna, o posiblemente, es la exposición radical de un héroe que traspaso definitivamente el umbral de las pulsiones antagónicas que conforman su identidad.(16) Ethan desenfunda y el revolver realiza un molinillo entre sus dedos, luego se encamina en dirección a Martin y a Debbie : “¡ Muévete, Martin !” - le impugna a su sobrino mientras parece apuntar a Debbie, solo la intervención del azar en forma de una flecha comanche, impedirá que el héroe se arroje a la disolución absoluta de su cordura. La violencia lo empuja a la sobrevivencia, y amenazado por un nuevo ataque se repliega al interior de una caverna, figura que convoca al umbral en tanto espacio límite, vacío al cual convergen la multitud de las tensiones que cruzan la actitud perpleja del héroe fordiano.

Violencia extrema que hace estallar el sueño de la cultura en una multitud de simulacros. La pasión amorosa en “Duel at the sun”, con sus tonalidades de erotismo evidente, “los disparos, la intensidad salvaje de la música, el sol ardiente,los destellos brillantes” ( Martin Scorsese. Historia del cine norteamericano. TV. 1997). El héroe encarnado por Peck conlleva la oscuridad de las pulsiones soterradas que recorren el frágil puritanismo norteamericano : contemplamos la espalda de Lewt McCanles (Gregory Peck), mientras penetra subrepticiamente en la habitación de Pearl Chavez (Jenifer Jones). Lewt irrumpe como figura consciente de su masculinidad - utilizándola como enmascaramiento, cual armadura resquebrajada de temerosa virilidad- sin percibir la fuerza insumisa que lo aguarda tras el rostro mestizo de Pearl. Escena de una violación sublimada que tendrá su respuesta en el enfrentamiento final, en donde ambos amantes disparan mutuamente sus armas, y concluyen en un mortal abrazo bajo el sol.
Ethan, figura extensiva de los malestares de la cultura, rebasa a la pareja de Vidor-Selznick, por su contrapartida convulsa y definitiva, ya que en él no sólo emergen las pulsiones sexuales, sino también, el temor del héroe al sexo interracial : odia a Scar, no solo porque este haya asesinado a Martha y a su hermano, sino porque Scar poseyó a Debbie. Violencia del obseso, furia racista, vengador impenitente, héroe de lo ambiguo.
Al disparar Martin sobre Scar y rescatar a Debbie, clausura el estallido de intensidad que podía purificar al héroe enfermo. Ethan encuentra al objeto de su odio postrado en la inmovilidad de las cosas, y entonces, al ser incapaz de satisfacerse con la muerte de su adversario, coge su cuchillo y le arranca la cabellera : el héroe del western deviene en energúmeno absorbido por el furor. En el instante culmine, cuando el crimen blasfemo esta a punto de consumarse, el héroe de la furia se inmoviliza y toda su violencia se congela en el pavor de la comprensión. Escribe Bataille : “En el momento de volverse loco, acaece la respuesta : ¿ cómo podríamos oírla de otro modo ?”. La acción interrogante, el gesto embebido de violencia y pavor, se tuerce en la definición del ambiguo acto : Ethan acoge a Debbie en el umbral preclaro de la caverna, alza el frágil cuerpo y le responde con la ternura del acallado.

El furioso arrobado es la progenie resentida contra la cordura de la civilización, y el sobreviviente errabundo y silente de la locura. Expresión máxima de la tensión última, el héroe fordiano situa la instancia definitiva de la redención moderna : el silencio y la muerte se constituyen en las pulsiones fundantes de su desprecio a la obra edificada por sus actos.